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Diario YA


 

Editorial, miércoles 2 de Julio de 2008

El patriotismo futbolero

Para un cristiano, la patria ha de ser como la propia madre. Hay que amarla y respetarla siempre, y defenderla cuando haga falta. Hay muchas formas de ser patriota, la vida nos proporciona múltiples ocasiones para ello, y sin duda la más divertida de todas tiene que ver con el deporte. Lo cual no quiere decir que esa sea la mejor forma de demostrar el patriotismo, sobre todo si tenemos en cuenta la que está cayendo por estos lares.

Sacar una bandera para animar a unos golpeadores de esferas semiblandas está bien. Celebrar un campeonato de Europa, dar colorido a las calles, peregrinar a la recién bautizada “Plaza Roja” de Colón, escuchar el himno hasta en la tienda de ultramarinos del barrio…, todo eso está muy bien. Es más, sería perfecto en otro país que no fuera España. Sería ideal en una nación que no estuviera preñada de otras pequeñas naciones que se la quieren comer por los pies.
 
Pero desgraciadamente no es así. Esta misma semana, mientras mojábamos la oreja a la Italia de Donadoni y nos poníamos gallitos con Rusia en calzones y botas de tacos, la Cámara de Vitoria daba el visto bueno a esa barbaridad jurídica y política que es la consulta ilegal de Ibarreche. Un parlamento regional, pensado para que se aprueben obras de construcción de polideportivos y presupuestos de fiestas patronales, empeñado en torcer la voluntad del Estado más antiguo de Europa. Y todo en nombre de la palabra clave en la era postmoderna y zapateril: la democracia.
 
Porque la “democracia” (escrita así, en minúscula y entre comillas), este sistema que soñó Pericles y que Occidente ha convertido en un fecundo negociete de las clases dirigentes en el que los ciudadanos somos invitados a meter un papel en una urna cada cuatro años, es el argumento perfecto para los que más odian la democracia, la estratagema de los más déspotas, de los ciertamente intolerantes. Y en nombre de esa presunta democracia se cometen a diario las más horrendas aberraciones.
 
De modo que no nos oponemos a que el país salga a la calle para celebrar que esta vez no nos han echado en cuartos. Tan contentos que estamos. Pero sí habría que tomarse un tiempo de reflexión, ahora que vienen las vacaciones y se tiene más tiempo. Entre chapuzón y chapuzón, es bueno pararse a meditar un rato y preguntarse: ¿Qué puedo hacer yo para que esto se siga llamando siempre España?, ¿acaso sólo menear un trozo de tela cuando unos atletas nos invitan a ello?, ¿pintarme la cara de rojo y amarillo, sólo?
 
Es un buen momento para pensar en ello…, ahora que ya tenemos la Copa en casa.

 

 

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