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Diario YA


 

De nuestra ineptitud para demostrar el valor de la vida, de toda vida;

La Ola abortista llega a Chile

Gonzalo Rojas
Fueron advertidos todos los que han propiciado irresponsablemente el aborto en tres causales: les dijimos que ese sería sólo el primer paso para establecer después la autorización del crimen más brutal, hasta las 14 semanas; y después, obviamente, vendrán nuevas propuestas para extender la barbarie. Así, hasta el infanticidio, ya propuesto en publicaciones ‘científicas’.
Ésa ha sido la tendencia en todo el mundo, pero quienes en Chile han colaborado con esta barbaridad -desde algunos mundos liberales y desde otros ambientes, que se dicen llamar cristianos- se han negado sistemáticamente a reconocer la evidencia con que se expresa la ola abortista.
Frente a ellos, resuenan una vez más las lúcidas palabras de Julián Marías, referidas al aborto: “Creo que, dentro de poco tiempo, una oleada de vergüenza histórica invadirá a los hombres.”
¿De qué nos avergonzamos ya hoy, cuando resulta casi inminente la legalización del aborto hasta las 14 semanas en Chile?
De nuestra ineptitud para demostrar el valor de la vida, de toda vida;
De la precariedad de nuestras redes de protección a las madres abandonadas;
De nuestra incapacidad para entender los vínculos entre la ideología de género, el feminismo y el aborto. Quienes, como el rector Ignacio Sánchez, se han opuesto con valentía a las tres causales, pero al mismo tiempo han abierto paso a la ideología de género y al feminismo radical, no han logrado entender cómo se encadena el crimen del aborto con el generismo y el feminismo;
De nuestra escasa voluntad para generar movilización provida en las calles y en las redes;
De la mínima influencia en la discusión pública de nuestras Facultades de Humanidades, Ciencias Sociales y Derecho;
De la escandalosa falta de formación de algunos que se autodenominan ‘políticos cristianos’ o ‘legisladores de centroderecha’.
De eso, y de tantas otras cosas, nos debemos avergonzar.
Por cierto, hay quienes en estas materias mucho han hecho y les pedimos perdón por no haberlos acompañado adecuadamente. Pero es necesario mantener nuestras heridas abiertas para remover nuestras conciencias, las de quienes poco o nada hemos hecho en este tema; y, también, para condenar la colaboración al mal de quienes podía esperarse un mínimo de sensatez y coherencia.
Sí, hay que condenar a quienes promueven la condena a muerte de los embriones en el vientre materno. Hay que hacerlo, porque la nuestra, qué duda cabe, es una benigna condena comparada con el vil asesinato al que ellos contribuyen.
 

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